Antídoto Descubierto Para La Coronafobia

Mientras que un mayor porcentaje del mundo está siendo azotado por la histeria por el coronavirus, como católicos debemos hacer una pausa, orar y buscar una solución sobrenatural. Si bien el virus aún no ha mostrado toda su furia, la reacción mundial es frenética. Se están dando dos espectáculos: el coronavirus y el miedo al coronavirus mediático que podríamos llamar “coronafobia”.

Conferencia de prensa

En este punto, el miedo se está extendiendo a un ritmo mucho más rápido que el virus real, debido en gran parte a los medios de comunicación.

La gente está aterrorizada por el virus ya que los introduce en un mundo desconocido. Es una enfermedad misteriosa de una tierra totalitaria lejana. Todos desconfían de los datos que salen de China. La naturaleza altamente contagiosa e impredecible del virus se suma al miedo generalizado. El hype mediático y las imágenes multiplican el impacto de la enfermedad al sensacionalizar cada uno de sus avances.

Por lo tanto, la coronafobia está causando estragos en todo el mundo. Ha ralentizado las economías, ha reducido billones de dólares en el precio de las acciones, ha detenido los servicios religiosos y ha paralizado las ciudades. Está dando forma a la política a medida que los líderes mundiales se ponen a prueba para enfrentar el grave desafío de este contagio.


Una amenaza real

Por supuesto, el coronavirus presenta riesgos reales. Se deben tomar medidas razonables. Como todos los casos de gripe, las personas se enferman y mueren. Aquellos con sistemas inmunológicos débiles son especialmente vulnerables. Sus víctimas tienden a ser personas frágiles con condiciones preexistentes.

Sin embargo, dos factores hacen que esta amenaza sea diferente y más aterradora que los casos de gripe que cobran decenas de miles de vidas cada año. La primera es que puede atacar rápida e indiscriminadamente. La segunda es que no hay vacunas contra ella. Por lo tanto, las personas sienten una impotencia general frente a un pequeño virus que está poniendo de rodillas a un mundo frágil e interconectado.


Las causas del miedo

A nadie le gusta decirlo, pero lo que desencadena la coronafobia es el miedo hobbesiano a la muerte que tanto atormenta a la mente moderna. Cada persona ve en una muerte por coronavirus su posible muerte. Este miedo paranoico provoca demandas de que se empleen todos los medios posibles contra esta amenaza remota, incluso si parecen excesivos. Este drama desesperado crea condiciones en las que las personas incluso renunciarán a derechos y libertades para evitar contraer el virus.

La coronafobia es causada por una sociedad donde el disfrute de la vida es el valor supremo. Es por eso que todo el poder del establecimiento médico debe movilizarse con tanta pasión. Se debe hacer todo lo posible para prolongar la vida de aquellos que aún disfrutan de la vida y tienen poco pensamiento sobre el más allá.

Sin embargo, no toda la vida se valora por igual en la cultura hedonista actual. El mismo establecimiento médico que se esfuerza por tratar a las víctimas del coronavirus apaga miles de vidas diariamente, a través del aborto y la eutanasia, para que otros puedan liberarse de responsabilidades y “disfrutar” de la vida.


Vivir en negación

La coronafobia explica por qué hay tanta publicidad en torno al tema. En una cultura que adora el placer, los virus que amenazan la vida abruman y aplastan las psique que no están acostumbradas a pensar en la muerte y el sufrimiento. La gente busca cualquier forma de escapar de esta desagradable realidad.

Para evitar cualquier pensamiento profundo sobre el virus, la gente lo rodea de ruido y agitación, con la esperanza de que el estruendo pueda ahuyentarlo. Para encontrar soluciones rápidas al problema, exigen en voz alta una acción urgente, incluso si va en contra del sentido común. En su impotencia, se llenan de resentimiento e ira, culpando a los demás de su desgracia.

El miedo gobierna en tales circunstancias. La gente hará cualquier cosa para no tener que afrontar la crisis sola, en toda su gravedad. El festival del bombo ahoga todo en una frenética intemperancia de negación colectiva.


La cura para la coronafobia

Hay una cura para la coronafobia. Implica afrontar la realidad con toda objetividad. Las personas no deben reaccionar exageradamente ni minimizar los peligros. Deben enfrentar el virus, con calma y sentido común, utilizando los medios habituales con los que se combaten los casos fuertes de gripe.

La coronafobia solo puede ser superada por aquellos que se atreven a pensar más allá de los placeres de la vida. La tragedia invita a la reflexión sobre la mortalidad humana y la contingencia. Dentro del silencio de la reflexión, las personas encuentran sentido y propósito a sus sufrimientos. Encuentran el coraje para actuar con eficacia, aceptando la realidad, sin negarla.

Sobre todo, la tragedia lleva a las personas a confiar en Dios y en su Providencia. Las limitaciones de una sociedad puramente laica se hacen patentes cuando ocurren tragedias de este tipo. La humanidad se abandona a sus propios recursos y los encuentra lamentablemente insuficientes. A lo largo de la historia, ante la tribulación, los fieles han recurrido a Dios y han encontrado consuelo y ayuda. Es por eso que la Iglesia siempre ha jugado un papel tan importante en tiempos de calamidad. En lugar de prohibir los servicios religiosos, las autoridades deberían alentar a la Iglesia a celebrar más. Esta confianza es la única cura segura para la devastadora coronafobia que asola el mundo.

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📰 Tabla de Contenido
  1. Una amenaza real
  2. Las causas del miedo
  3. Vivir en negación
  4. La cura para la coronafobia
Valeria Sandoval

Valeria Sandoval

Valeria Sandoval, originaria de Sevilla, es una catequista devota y madre de tres hijos. Su pasión por transmitir la fe la llevó a involucrarse activamente en su parroquia local, donde ha guiado a jóvenes y adultos en su camino espiritual durante más de una década. Inspirada por las enseñanzas y valores cristianos, Valeria también escribe reflexiones y anécdotas sobre su experiencia en la catequesis, buscando conectar la fe con la vida diaria. En sus momentos libres, disfruta de paseos familiares, la lectura de textos religiosos y la jardinería.

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