
Cinco marcas de auténtica devoción a María

Después de leer 8 tipos falsos de piedad y cómo evitarlos, ahora describiremos brevemente qué es la verdadera devoción.
La verdadera devoción es:
- Interior
- Confiado
- Santo
- Constante
- Desinteresado
INTERIOR:
La verdadera devoción a la Virgen es interiores decir, viene del interior de la mente y del corazón y se sigue de la estima en que la tenemos, el alto respeto que tenemos por su grandeza y el amor que le tenemos.
CONFIADO:
Está confiado, es decir, nos llena de confianza en la Santísima Virgen, la confianza que tiene un niño por su Madre amorosa. Nos impulsa a acudir a ella en cada necesidad del cuerpo y del alma con gran sencillez, confianza y afecto. Imploramos la ayuda de nuestra Madre siempre, en todas partes y para todo. Le pedimos que nos ilumine en nuestras dudas, que nos devuelva al camino correcto cuando nos descarriamos, que nos proteja cuando somos tentados, que nos fortalezca cuando nos debilitemos, que nos levante cuando caemos en pecado, ser alentados cuando nos desanimamos, deshacernos de nuestros escrúpulos, ser consolados en las pruebas, cruces y decepciones de la vida. Finalmente, en todas nuestras aflicciones del cuerpo y del alma, recurrimos naturalmente a María en busca de ayuda, sin temor a importunarla o desagradar a nuestro Señor.
SANTO:
La verdadera devoción a la Virgen es santo, es decir, nos lleva a evitar el pecado ya imitar las virtudes de María. Sus diez virtudes principales son: humildad profunda, fe viva, obediencia ciega, oración incesante, abnegación constante, pureza sin igual, amor ardiente, paciencia heroica, bondad angelical y sabiduría celestial.
CONSTANTE:
La verdadera devoción a la Virgen es constante. Nos fortalece en nuestro deseo de hacer el bien y nos impide abandonar nuestras prácticas devocionales con demasiada facilidad. Nos da valor para oponernos a las modas y máximas del mundo, a las vejaciones e inclinaciones ingobernables de la carne ya las tentaciones del demonio. Así, una persona verdaderamente devota a la Santísima Virgen no es cambiante, irritable, escrupulosa o tímida. Sin embargo, no decimos que tal persona nunca peca o que sus sensibles sentimientos de devoción nunca cambian. Cuando ha caído, extiende su mano a su Santísima Madre y se levanta de nuevo. Si pierde todo gusto y sentimiento por la devoción, no se disgusta en absoluto porque un buen y fiel servidor de María se guía en su vida por la fe en Jesús y María, y no por los sentimientos.
DESINTERESADO:
La verdadera devoción a María es desinteresado. Nos inspira a buscar a Dios solo en su Santísima Madre y no a nosotros mismos. El verdadero súbdito de María no sirve a su ilustre Reina con fines egoístas. No la sirve por el bien temporal o eterno, sino simple y únicamente porque ella tiene derecho a ser servida y sólo Dios en ella. Él la ama no tanto porque es buena con él o porque espera algo de ella, sino simplemente porque es adorable. Por eso la ama y la sirve tan fielmente en el cansancio y sequedad del alma como en el dulce y sensible fervor. La ama tanto en el Calvario como en Caná. ¡Cuán agradables y preciosos a los ojos de Dios y de su santa Madre han de ser estos siervos de María, que la sirven sin egoísmo alguno! ¡Qué raros son hoy en día! Es para aumentar su número que he tomado mi pluma para escribir lo que he estado enseñando con éxito tanto en público como en privado en mis misiones durante muchos años.
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Ya he dicho muchas cosas de la Santísima Virgen y, como trato de formar un verdadero siervo de María y un verdadero discípulo de Jesús, mucho tengo todavía que decir, aunque por ignorancia, incapacidad y falta de tiempo, Dejaré infinitamente más sin decir.
Pero mi trabajo será bien recompensado si este librito cae en manos de un alma noble, hija de Dios y de María, no nacida de la sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad del hombre. Bien emplearé mi tiempo si, por la gracia del Espíritu Santo, después de haber leído este libro, se convence del valor supremo de la sólida devoción a María que voy a describir. Si pensara que mi sangre culpable pudiera ayudar al lector a aceptar en su corazón las verdades que en honor de mi querida Madre y Reina establezco, yo, su indigno hijo y esclavo, la usaría en vez de tinta para escribir estas palabras. . Espero encontrar almas fieles que, con su perseverancia en la devoción que enseño, le paguen la pérdida que ha sufrido por mi ingratitud e infidelidad.
Me siento más que nunca inspirado a creer y esperar el pleno cumplimiento del deseo que está profundamente grabado en mi corazón y por el que he rogado a Dios durante muchos años, a saber, que en un futuro cercano o lejano la Santísima Virgen tenga más hijos, siervos y esclavos del amor que nunca, y que por medio de ellos Jesús, mi querido Señor, reinará más que nunca en el corazón de los hombres.
Preveo claramente que vendrán furiosas fieras para desgarrar con sus dientes diabólicos este librito y el que el Espíritu Santo se sirvió para escribirlo, o lo harán por lo menos escondido en la oscuridad y el silencio de un cofre y así evitar que vea la luz del día. Incluso atacarán y perseguirán a quienes lo lean y pongan en práctica lo que contiene. ¡Pero no importa! ¡Mucho mejor! Incluso me anima a esperar un gran éxito ante la perspectiva de una poderosa legión de valientes y valerosos soldados de Jesús y María, tanto hombres como mujeres, que lucharán contra el diablo, el mundo y la naturaleza corrupta en los tiempos peligrosos que se avecinan. Seguro que viene.
"Que el lector entienda. Que acepte esta enseñanza quien pueda". — San Luis de Montfort
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