Decreto sobre el poder del Santo Rosario

Consueverunt Romani Pontifices (1569)

📑 Contenido de la página 👇
  1. Consueverunt Romani Pontifices (1569)
  2. Gloriosa Virgen María, amada Madre de Dios
  3. Lleno de esperanza

Decreto del Papa San Pío V sobre el poder del Santo Rosario, incluso antes de la gran victoria católica en la Batalla de Lepanto en 1571.

Los Romanos Pontífices y los demás Santos Padres, nuestros predecesores, cuando se vieron presionados por guerras temporales o espirituales, o turbados por otras pruebas, para que pudieran escapar más fácilmente de ellas, y habiendo alcanzado la tranquilidad, pudieran tranquilamente y ser libres con fervor para consagrarse a Dios, solían implorar la asistencia divina, a través de súplicas o letanías para invocar el apoyo de los santos, y con David para levantar los ojos a las montañas, confiando con firme esperanza que desde allí podrían recibir ayuda.


Gloriosa Virgen María, amada Madre de Dios

Impulsado por su ejemplo, y, como piadosamente se cree, por el Espíritu Santo, el inspirado Beato fundador de la Orden de los Frailes Predicadores, (cuyos institutos y regla nosotros mismos profesamos expresamente cuando éramos menores), en circunstancias semejantes a las en que ahora nos encontramos, cuando partes de Francia y de Italia estaban tristemente turbadas por la herejía de los albegenses, que cegaron a tantos mundanos que se enfurecieron con la mayor ferocidad contra los sacerdotes del Señor y el clero, levantó los ojos arriba al cielo, a aquel monte de la Gloriosa Virgen María, amada Madre de Dios.

Papa San Pío V Papa San Pío V

Porque ella por su simiente ha aplastado la cabeza de la serpiente torcida, y ha destruido sola todas las herejías, y por el fruto bendito de su vientre ha salvado a un mundo condenado por la caída de nuestro primer padre. De ella, sin mano humana, fue cortada esa piedra que, golpeada por la madera, derramó las abundantes aguas de las gracias.

Y así Domingo buscó esa manera sencilla de orar y suplicar a Dios, accesible a todos y enteramente piadosa, que se llama Rosario, o Salterio de la Santísima Virgen María, en el cual se venera a la misma Santísima Virgen con el saludo angélico repetido uno ciento cincuenta veces, es decir, según el número del Salterio davídico, y por el Padrenuestro con cada decena. Interpuestas a estas oraciones hay ciertas meditaciones que muestran la vida entera de Nuestro Señor Jesucristo, completando así el método de oración ideado por los Padres de la Santa Iglesia Romana.

Este mismo método propagó Santo Domingo y fue difundido por los Frailes del Beato Domingo, es decir, de la citada Orden, y aceptado por no pocos del pueblo. Los fieles de Cristo, inflamados por estas oraciones, comenzaron inmediatamente a transformarse en hombres nuevos.

Las tinieblas de la herejía comenzaron a disiparse ya revelarse la luz de la fe católica. Cofradías para esta forma de oración comenzaron a ser instituidas en muchos lugares por los Frailes de la misma Orden, legítimamente encomendados a esta obra por sus Superiores, y los cohermanos comenzaron a inscribirse juntos.


Lleno de esperanza

Siguiendo el ejemplo de nuestros predecesores, viendo que la Iglesia militante, que Dios ha puesto en nuestras manos, en este nuestro tiempo está sacudida por tantas herejías, y está gravemente turbada y afligida por tantas guerras, y por las moral depravada de los hombres, elevamos también nuestros ojos, llorando pero llenos de esperanza, a ese mismo monte, de donde procede toda ayuda, y exhortamos y amonestamos a cada fiel de Cristo a hacer lo mismo en el Señor.

Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el 17 de septiembre de 1569, en el cuarto año de nuestro Pontificado.

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