El Santísimo Nombre De Jesús
El Apóstol San Pablo fue probablemente el primer promotor del nombre de Jesús, cuando lo llamó “un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).
Varios santos honraron el Santo Nombre de Jesús, pero la devoción se generalizó en el siglo XV a través de San Bernardino de Siena quien, al predicar, sostenía en su mano una placa con el logo “IHS” rodeado de rayos. El monograma está tomado de las tres primeras letras de la ortografía griega del nombre de Jesús: IHSOYS.
También es habitual, aunque no histórico, interpretar “IHS” como Iesu Hominum Salvator, Jesús Salvador de la Humanidad.
San Bernardino obró innumerables milagros al bendecir a las personas con este logo como manifestación visible de su fe y recomendó colocarlo sobre la entrada de ciudades y hogares; de ahí la prevalencia de este símbolo en toda Europa.
El gran predicador es también el encargado de introducir el nombre de Jesús en el Avemaría: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Las personas que tuvieron papeles destacados en la historia de la salvación recibieron sus nombres de Dios. Estos nombres tienen una conexión directa con quienes son y cuál es su misión.
Por lo tanto:
Adán significa “hombre de la tierra”;
Eva significa “madre de los vivos”;
Pedro significa "roca".
En la Anunciación, el arcángel Gabriel transmitió la voluntad expresa de Dios sobre el nombre que el divino Hijo de la Virgen María llevaría: “Llamarás su nombre Jesús” – en arameo, Yeshua (Mateo 1:21).
A San José, el ángel no solo le pronunció el nombre de Jesús, sino que le explicó su significado: “…porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
La fiesta del Santísimo Nombre de Jesús también está destinada a inculcarnos a nosotros los cristianos la dignidad del Santo Nombre, este nombre ante el cual, “toda rodilla debe doblarse, de los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra”. (Filipenses 2:10).
Varios Papas han concedido indulgencias a la mera pronunciación del nombre de Jesús. El Papa Benedicto XIII concedió una indulgencia de 50 días cada vez que se pronuncie con devoción el nombre de Jesús, y una indulgencia plenaria en el momento de la muerte siempre que se invoque piadosamente el nombre de Jesús al menos en pensamiento.
El Papa San Pío X concedió una indulgencia de 300 días a la piadosa pronunciación de los nombres de Jesús y María.
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