Fiesta del Corpus Christi en Toledo, España

Hay tres jueves que brillan más que el sol: Jueves Santo, Jueves de la Ascensión y Corpus Christi. — Proverbio español antiguo

La mañana es brillante. Subo a pie – jadeante – las empinadas cuestas de la ciudad. Mi coche se ha quedado junto al río, pues si conducir por Toledo suele ser una tarea compleja, en Corpus Christi es imposible, ya que las estrechas calles de la ciudad están cerradas. Me falta el aire, porque la ciudad está situada en lo alto de una colina empinada, defendida por el río Tajo y murallas medievales.

Mientras camino, me uno a muchos otros toledanos y visitantes que se apresuran, como yo, a asistir a la gran procesión.

Aunque los vientos de vulgaridad que barren el mundo de hoy han desterrado la buena costumbre de vestir mejor los domingos y fiestas, hoy en Toledo todos visten lo mejor. Cada dama está ataviada con alguna prenda nueva, y disfruto viéndolas, encantada mientras se muestran sus atuendos para esta ocasión especial.

Cuando me acerco a la plaza de Zocodover, el centro neurálgico del pequeño pueblo, en lo alto escucho una andanada de morteros que indica que la Misa Pontificia ha terminado y la procesión comienza a salir de la Catedral por la puerta de la Llana.

La gente está estacionada a lo largo de toda la ruta. Sólo los participantes en la procesión propiamente dicha -la mitad de Toledo- y algunos invitados han podido asistir a la misa en el interior de la catedral.

Impaciente pero callada, la “otra mitad” de Toledo se agolpa contra los muros para despejar el paso a la procesión.

El camino está salpicado de arena mojada y plantas aromáticas (lavanda, romero y tomillo), y los balcones adornados con ricos velos y banderas bordadas, mantones de colores, guirnaldas, farolillos y alegres cestos de flores.

Como muestra de respeto y protección del Santísimo Sacramento, los tradicionales toldos de lona blanca hechos por gremios de tejedores cubren las calles, y se extienden de una casa a otra.

Ahora veo a Guardias Civiles a caballo encabezando la procesión. Tras ellos marchan los tamborileros del Ayuntamiento y la banda de la Guardia Civil. Luego sigue el "alguacil" vestido de negro, portando un bastón de la misma altura que la custodia para asegurarse de que hay un espacio libre adecuado. Asegura que ningún percance entorpecerá el esplendor de la procesión. A este grave caballero le sigue una cruz procesional del siglo XV, regalo del rey Alfonso V de Portugal, conocido como “el Africano”.

Mostrando mi tarjeta de 'Prensa', camino en silencio en dirección opuesta a la procesión. Todo el itinerario está protegido por cadetes de la Academia de Infantería, institución legendaria que defendió la fortaleza del Alcázar en la guerra de 1936 contra el comunismo.

Custodia y multitud en la procesión de Toledo

La procesión forma dos filas paralelas, teniendo en el centro a los priores, capellanes y dignatarios de cada gremio precedidos por su correspondiente estandarte y portando un bastón, medalla o elemento que los distinga de los demás integrantes.

Paso por el Gremio de Jardineros. Les siguen los niños y niñas que han hecho la Primera Comunión, grupos de Apostolado Laico y Adoración Eucarística Perpetua, y más de una veintena de cofradías con sus respectivos estandartes, la Hospitalidad de Lourdes, y miembros de tercera orden de congregaciones religiosas.

niños de blanco

Al ritmo de sus instrumentos, la banda de música del Ayuntamiento saca lágrimas de emoción. Sigo adelante, porque quiero llegar a la puerta de la Catedral. Hay poco espacio. La maravillosa simbiosis entre el público y la procesión, llena de vida, trae un orden sublime de calma y equilibrio a la ciudad.

Veo ahora a las religiosas de vida apostólica, los Caballeros de la Orden de Malta, el Cabildo de los Caballeros Mozárabes, del Santo Sepulcro, los Hidalgos de Illescas, los Caballeros del Corpus Christi, y otros que exhiben con orgullo sus distintivas cruces. en sus capas.

Los seminaristas, el clero regular y secular, la Hermandad de la Santa Caridad, la famosa Cruz de Mendoza, pasan con los acólitos y el capitular.

Hermandad de la Santa Caridad

Por suerte ya estoy frente a la Catedral, junto a la compañía militar que forma la línea de honor. De los muros exteriores cuelgan cuarenta y ocho enormes tapices flamencos del siglo XVII con alegorías eucarísticas, tejidos especialmente para esta celebración.

La famosa custodia toledana, encargada por el cardenal Cisneros a Enrique de Arfe, gran platero del siglo XVI, está a punto de traspasar el umbral de la puerta de la Llana. Siento que la gente a mi alrededor contiene la respiración. El estremecedor silencio que precede a la aparición de la custodia da paso a una apoteosis de aplausos, ahogados únicamente por el estruendo de los veintiún cañonazos (debido al Rey) y el solemne repique de las campanas. La formación militar saluda al Santísimo Sacramento mientras la banda toca con furia la Marcha Real. A través de la nube de incienso que nos envuelve, el Santísimo Sacramento avanza lentamente. ¡Dios esta con nosotros!

Procesión

La rica custodia gótica, realizada con más de 400 libras de plata y casi 40 libras de oro, está montada en un carruaje con flores y escoltada por los cadetes de la Academia de Infantería. Detrás sigue la segunda parte de la procesión, que incluye a los más altos dignatarios: el Arzobispo Primado y su séquito, las autoridades regionales y provinciales, el Alcalde de la Ciudad con su personal y el profesorado universitario. Cerrando la procesión desfila la Guardia de Honor de la Academia de Infantería, con su bandera y banda de música.

La custodia se detiene en un pequeño podio instalado en la concurrida plaza Zocodover y un orador bendecido pronuncia el gran sermón de alabanza eucarística. Cuando termina, la multitud acompaña la procesión de regreso a la catedral, cantando con devoción el popular himno de adoración:

Cantemos todos para alabar el Amor de los amores,
Venid a cantar al Señor,
¡Dios está aquí de verdad! Venid oh adoradores,
¡A adorar a Cristo Redentor!
¡Gloria a Jesucristo!
Bendecid al Señor, cielo y tierra.
Honor y gloria a Ti, oh Rey de la Gloria,
¡Por siempre amor a Ti, oh Dios de amor!

Efectivamente, el sol brilla en Toledo. ¡Pero El que hace brillar el sol está elevado en la custodia, y por eso el Santísimo Sacramento deslumbra mucho más al pasar por las calles de Toledo!

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