
La razón por la que los niños católicos pierden la fe

Habrás oído a alguien lamentarse de que, a pesar de una formación católica, los niños de hoy vivan como paganos, sin Dios y sin religión.
Hay una explicación para esta trágica situación.
Lo que sucede es que mientras el niño es pequeño y sin embargo inocente, todo va relativamente bien. Él o ella reza y todavía le gusta ir a la iglesia y ser bueno. Pero, como les sucedió a Adán y Eva en el paraíso, en un momento dado la tentación llama a la puerta del alma del niño.
Esta tentación sugiere al niño que ese mundo de religión y moral, donde todo es belleza, verdad y bondad, no es la realidad. El demonio trata de sacudir las primeras certezas del niño en Dios y el cielo y en todo lo que es bueno como algo demasiado alto, demasiado lejano y demasiado molesto, cosas que simplemente se pueden dejar de lado.
Lentamente nace en el niño una tendencia a dejar gradualmente de lado la virtud. El niño reflexiona: “Estas cosas son fantasía; son irreales y no deben tomarse en cuenta”. Esta tentación, si no se resiste, tiene un efecto diezmador en el alma del niño y en su visión de la vida.
El padre trata de mantener al niño en el camino correcto enseñándole a orar, ¡que es algo precioso más allá de cualquier palabra!, pero esto solo puede no ser suficiente.
Porque el sentido mismo del orden que está en el alma del niño, que es característico de la inocencia, se encuentra en una esfera que requiere un trabajo y una atención especiales. Los cuidados comunes son insuficientes. Antes de la tentación, el niño puede haber amado la verdad con cierto grado de exclusividad. En otras palabras, el niño puede haber rechazado el pecado, que es lo opuesto a la bondad.
Si el niño en verdad rechazó el mal, él o ella está bien armado para enfrentar la tentación cuando se presente. Sin embargo, si el niño NO amó el bien de manera exclusiva, sino sólo como a uno le gusta un pasatiempo, está desarmado. Pero lo que a menudo falta en la educación católica de hoy es precisamente esta enseñanza sobre la importancia de un amor exclusivo al bien. A los niños, a menudo, no se les desafía a amar a Dios con todo su ser ya rechazar el mal de manera definitiva y categórica.
En la Edad Media, las cosas eran diferentes. Entonces, había tantos santos porque a los niños se les enseñaba a amar el bien y a aborrecer el mal. Por ejemplo, la reina Blanca, la madre del rey San Luis IX, le decía a menudo que preferiría verlo muerto antes que saber que viviría para cometer un pecado mortal.
Pidamos a Nuestra Señora, Trono de la Sabiduría, que ayude a los educadores católicos a aprender a enseñar a los niños a amar el bien exclusivamente y a rechazar el mal categóricamente.
Una vez que eso suceda, escucharemos menos quejas sobre niños que abandonan la Iglesia.
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