Niños y Navidad

Es fácil comprender cuán extasiados pueden llegar a estar los niños ante la contemplación de un pequeño Niño en un pesebre. Que Dios se reduzca a sí mismo a su propio estado, que se convierta en un niño como ellos, que necesiten una madre, ¡qué más podrían desear! Se sienten en pie de igualdad con Él. ¡El Todopoderoso es de su tamaño!

Nos cuentan que en Nochebuena, San Juan de la Cruz llevaba en procesión por el monasterio una imagen del Niño Jesús. La procesión se detenía ante la celda de cada monje pidiendo hospitalidad para el Niño Divino. Las celdas, como los corazones de los monjes, se abrirían a la fe y al amor. Solo entonces se llevaría la imagen al Pesebre y comenzaría el Oficio Divino.

Los niños comparten la sencillez de estos santos monjes. Nada les atrae más que el Pesebre. Esta misma atracción hace que sea imperativo que aprendan sobre ella correctamente.

Se debe tener cuidado de no mezclar con el misterio del evangelio ningún detalle que el niño llegue a reconocer más tarde como falso. El Evangelio es suficientemente extraordinario en sí mismo sin que le añadamos ninguna de nuestras propias creaciones. Si lo hacemos, bien podemos temer que el niño se disguste más tarde por haber sido engañado y lo rechace todo.

Cualquier leyenda encantadora o historia piadosa que queramos contarles cuando son muy pequeños debe mantenerse bien diferenciada y manejarse de manera muy diferente a las verdades dogmáticas y los hechos históricos auténticos que les enseñamos. No introduzcamos hadas en la historia de la infancia de Juana de Arco, ni pongamos la leyenda de San Nicolás rescatando a los niños pequeños al mismo nivel que las realidades de la Redención, con los hechos de Nuestro Señor salvándonos del infierno.

Por tanto, si queremos capitalizar la atracción del niño por lo maravilloso, evitemos abusar de su credulidad; sobre todo cuando se trata de la vida de los santos, de la Santísima Virgen y de Cristo, no mezclemos lo falso con lo verdadero. Mantengamos siempre en un plano aparte aquellas verdades que han de ser para siempre objeto de creencia indeleble.

Sin embargo, hay una sugerencia positiva que ofrecer:

Explícale al niño cómo el Bautismo lo ha convertido en un Pesebre viviente; no un pesebre de madera acolchado con paja, sino un pesebre viviente; no un pesebre donde durmió el pequeño Jesús, sino un Pesebre donde moran las Tres Personas de la Santísima Trinidad, las Tres Divinas Personas. Aquí también hay una espléndida oportunidad para mostrarle al niño la diferencia entre las dos presencias: la presencia de Dios en el alma a través de la gracia y la presencia de Jesús en el establo a través de la Encarnación.

Niños adorando a Jesús en el regazo de María


Nota: Tomado de Cristo en el Hogar por el Padre Raoul Plus, SJ - Como se ve en Revista Cruzada - Noviembre / Diciembre 2015

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