Nunca retengas un pecado durante la confesión

"¡Padre, debería estar en el infierno!"

Un chico de quince años de Turín, Italia, estaba a punto de morir. Llamó a Don Bosco, pero el santo no pudo llegar a tiempo. Otro sacerdote escuchó la confesión del niño y el niño murió.

Cuando Don Bosco regresó a Turín, salió inmediatamente a ver al niño.

Cuando le dijeron que el niño estaba muerto, insistió en que fue "solo un malentendido".

Después de un momento de oración en la habitación del niño muerto, Don Bosco gritó de repente: "¡Carlos! ¡Levántate!"

Para total asombro de todos los presentes, el niño se movió, abrió los ojos y se sentó. Al ver a Don Bosco, sus ojos se iluminaron.

"¡Padre, ahora debería estar en el infierno!" jadeó el chico. "Hace dos semanas estaba con un mal compañero que me llevó al pecado y en mi última confesión, tuve miedo de contarlo todo... ¡Oh, acabo de salir de un sueño horrible! Soñé que estaba parado al borde de un horrible pozo de llamas rodeado por una horda de demonios.

Estaban a punto de arrojarme a las llamas cuando apareció una hermosa Dama y los detuvo. 'Aún hay esperanza para ti, Charles', me dijo. '¡Aún no has sido juzgado!'

En ese momento te escuché llamarme. ¡Ay, Don Bosco! ¡Qué alegría verte de nuevo! ¿Podrías escuchar mi confesión?".

Después de escuchar la confesión del niño, Don Bosco le dijo al niño: "Carlos, ahora que las puertas del cielo están abiertas de par en par para ti, ¿preferirías ir allí o quedarte aquí con nosotros?"

El niño miró hacia otro lado por un momento y sus ojos se humedecieron con lágrimas. Un silencio expectante cayó sobre la habitación. "Don Bosco", dijo al fin, "prefiero ir al cielo".

Los dolientes observaron con asombro cómo Charles se reclinaba sobre las almohadas, cerraba los ojos y se acomodaba una vez más en la quietud de la muerte.

De San Juan Bosco, Beato Amigo de la Juventud, p. 184-185