Oración de una esposa y madre

Por Doña Lucilia Ribeiro dos Santos


Oh María, Virgen Pura e Inmaculada, Casta Esposa de San José, tierna Madre de Jesús, modelo perfecto de esposas y madres, vengo a ti llena de respeto, confianza y veneración. Arrodillado a tus pies, imploro tu ayuda.

He aquí, oh María pura, mis necesidades y las de mi familia. Escucha los deseos de mi corazón, mientras los confío a tu tierno corazón. Que yo, por tu intercesión, obtenga de Jesús la gracia de cumplir mis obligaciones como esposa y madre. Alcánzame el santo temor de Dios, el amor al trabajo y a las buenas obras, el amor a la oración y a las cosas santas, la dulzura, la paciencia, la sabiduría y, en fin, todas las virtudes que el Apóstol San Pablo recomienda a las mujeres cristianas, virtudes que contribuyen a la alegría y adorno de las familias.

Enséñame a honrar a mi esposo, como tú honraste a San José y como la Iglesia honra a Jesucristo. Que mi esposo encuentre en mí una esposa conforme a su corazón; que la santa unión que hicimos en la tierra continúe en el cielo. Protege a mi esposo; guíalo por el camino del bien y de la justicia, porque su felicidad me es tan querida como la mía.

También encomiendo a mis pobres hijos a tu corazón materno. Sé su madre; inclina sus corazones a la piedad. No permitas que se desvíen del camino de la virtud. Hazlos felices, y después de nuestra muerte, que se acuerden de su padre y de su madre; que oren a Dios por nosotros y honren nuestra memoria con sus virtudes.

Tierna Madre; hazlos siempre piadosos, caritativos y buenos cristianos, para que su vida, llena de buenas obras, sea coronada con santas muertes. Oh María, concédenos que un día estemos unidos en el cielo, y allí contemplemos tu gloria, celebremos tu bondad, gocemos de tu amor y alabemos eternamente a tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Amén


Salve, Santa Reina, Madre de Misericordia, vida nuestra, dulzura nuestra y esperanza nuestra! A ti clamamos, pobres hijos desterrados de Eva; a ti enviamos nuestros suspiros, lamentándonos y llorando en este valle de lágrimas. Vuelve, pues, abogada piadosísima, hacia nosotros tus ojos de misericordia, y después de este nuestro destierro, muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús. ¡Oh clemente, oh amorosa, oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, oh Santa Madre de Dios.

R. Para que seamos hechos dignos de las promesas de Cristo. Amén

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