
¿Por qué Dios no contesta mi oración?

Pregunta:
Oro y oro, pero siento como si Dios no estuviera escuchando. Siempre tuvimos una vida familiar buena y pacífica, pero estos últimos años han sido duros. Parece que no nos llevamos bien y nuestras finanzas han empeorado.
Estoy tan angustiada por esta situación que, al no tener a quién acudir, me volví a Dios.
Pero Dios parece permanecer sordo para mí. ¿Porqué es eso? Además, ¿qué les digo a ciertas personas, agnósticos y ateos, que se ríen de la oración, diciendo que es una tontería y sólo un producto de la imaginación sin ningún valor real?
Respuesta:
Dios es fiel a Sus promesas, y Dios prometió contestar nuestras oraciones.
"Y yo os digo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y el que llama se abrirá". Lucas 11:9–10
Si Dios promete contestar nuestras oraciones, lo hará infaliblemente. Pero en la oración hay dos lados: el que pide y el que da.
Nuestra parte es pedir.
¿Cómo debemos pedir?
San Alfonso de Ligorio, Doctor de la Iglesia, enseña en su libro Oración, la Gran medio de salvación esa oración debe ser perseverante y humilde.
La oración debe ser perseverante.
Nuestro Señor mismo nos mostró cuánto ama la oración del que persevera cuando nos contó la parábola de un hombre que llama a la puerta de su amigo en medio de la noche pidiendo pan.
El dueño de la casa está en la cama y no quiere que lo molesten, pero el de la puerta insiste tanto que el dueño finalmente cede.
Nuestro Señor afirma: "Os digo que aunque no se levante a darle nada por ser su amigo, sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite". Lucas 11:8
La oración debe ser humilde
La oración también debe ser humilde. No podemos ver la oración como escribir un cheque basado en nuestro buen crédito para comprar un favor de Dios. Debemos acercarnos a la oración sabiendo que, como pecadores, realmente no tenemos crédito con Dios y que dependemos totalmente de Su bondad infinita.
Esta misma infinitud y esta misma bondad nos concederán sólo lo que es bueno para nosotros. Una cosa que debemos tener en cuenta es que cuando pedimos un cierto favor, es posible que solo tengamos en mente ese mismo favor y ese mismo momento. El mismo Dios que promete contestar nuestra oración no estableció un marco de tiempo para contestar esas mismas oraciones.
Eso se debe a que Dios, nuestro amoroso Padre, ve el pasado, el presente y el futuro a la vez, mientras que nosotros solo vemos el presente. Sobre todo, Él ve la eternidad y sólo quiere aquello que nos ayudará a alcanzar la eternidad justa, es decir, el cielo.
Podemos estar seguros, entonces, de que Él nos escuchará. Si Él elige hacernos esperar, es porque Él puede estar realizando reparaciones y mantenimiento a “largo plazo” que ni siquiera sabemos que necesitamos. Incluso puede estar usando el tiempo de prueba para pulir, perfeccionar y “forzarnos” a desviarnos de un camino defectuoso, que eventualmente nos arrojaría a un abismo, hacia un camino recto que nos llevaría a la montaña. También puede estar probando nuestra fe para poder concedernos un don mayor.
Cuántas veces oímos decir a personas que han sido golpeadas por terribles sufrimientos:
“Al principio, estaba tan enojado con Dios. Pero ahora, le agradezco por ello. Me ha hecho crecer, y me ha dado una perspectiva diferente de la vida. He encontrado a Dios y la verdadera fuente de toda paz. Este sufrimiento nos ha acercado a todos”.
Por otro lado, algo que puede parecernos un beneficio ahora puede ser un peligro en el futuro. En su bondad omnisciente, Dios no concederá exactamente lo que le pedimos, sino que nos dará algo aún mejor.
Muchas veces escuchamos a la gente decir:
"Oh, yo solía pedirle a Dios esto y aquello y lo otro, pero Él nunca me lo dio. Ahora, diez años después, ¡cuánto me alegro de que no lo haya hecho!"
Una cosa es cierta:
Dios no dejará de responder a una oración humilde y perseverante. Ya sea que elija concedernos lo que le pedimos de inmediato o hacernos esperar, debemos confiar en que Él, a pesar de las apariencias, nos está haciendo bien. Lo que pensamos que es bueno y lo que Él piensa que es bueno pueden ser dos cosas diferentes: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos” (Isa. 55:8), pero aquí es donde debemos abandonarnos a Su bienaventurado voluntad. Nuestra parte es ser pacientes, tranquilos y, sobre todo, fieles, porque este es el tiempo de la prueba y luego vendrá el tiempo del disfrute pleno.
Respondiendo a ateos y agnósticos
En cuanto a los ateos y agnósticos, su escepticismo procede del hecho de que, respectivamente, niegan la existencia de Dios o niegan la capacidad de los hombres para conocer a Dios.
En este caso, solo podemos expresar nuestro pesar por su ignorancia de este Ser Supremo, nuestro Creador omnipotente y amoroso Salvador.
Podemos dirigirlos a algunas fuentes que pueden ayudarlos en su búsqueda de la verdad de Su existencia. El ateísmo y el agnosticismo sólo pueden sustentarse en la ignorancia o la mala voluntad porque la evidencia de la existencia de Dios es abrumadora.
Además, Dios no se esconderá de aquellos que lo buscan sincera e incondicionalmente.
Otra consideración relacionada con los no creyentes es la siguiente: si Dios nos concediera absolutamente todo lo que pedimos en un momento dado, esas personas podrían comenzar a creer puramente por interés propio.
Mirarían a Dios como un mago que empuña una varita mágica. Y Dios Nuestro Señor es infinitamente más que eso. Él quiere que lo conozcamos, lo amemos y lo sirvamos por Él mismo para que Él pueda tratarnos como hijos y herederos y otorgarnos felicidad sin fin en el Cielo.
"Mi impresión es que el Rosario tiene el mayor valor no solo según las palabras de Nuestra Señora de Fátima, sino según los efectos del Rosario que uno ve a lo largo de la historia. Mi impresión es que Nuestra Señora quería dar a la gente común, que tal vez no sepa cómo orar, este método simple de acercarse a Dios".
—Sor Lucía, una de las videntes de Fátima.
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