
San Francisco Borgia

Fiesta 10 de octubre
Francisco Borgia pertenecía a una de las familias más destacadas del reino de Aragón, familia que le dio a la Iglesia dos papas.
Su padre, Juan Borgia, fue el tercer duque de Gandia. Por parte de su madre Juana, Francisco era bisnieto del rey Fernando V de Aragón.
A su llegada a la corte imperial a los dieciocho años, Francisco se cruzó momentáneamente con un hombre que le impresionó y que estaba siendo detenido por la Inquisición: Ignacio de Loyola. Al año siguiente, Francisco se casó con Leonor de Castro, una noble portuguesa, con quien tuvo ocho hijos.
A la muerte de su padre en 1543, se convirtió en el cuarto duque de Gandia.
A la muerte de su esposa en 1546, Francisco buscó la admisión a la Compañía de Jesús. Finalmente, en 1550, después de arreglar a sus hijos y los asuntos de su hacienda, ingresó a los jesuitas en Roma. La noticia del “Duque convertido en jesuita” se difundió y en su primera Misa pública la multitud fue tan grande que el altar tuvo que ser movido afuera.
Después de hacer maravillas por todo su país cruzó a Portugal y allí se superó a sí mismo. En 1554 San Ignacio lo nombró comisario general de la Compañía de Jesús en España.
Como comisario general, prácticamente fundó la Sociedad en España estableciendo muchas casas y colegios. Fue crucial para disolver los prejuicios que su pariente, el emperador Carlos V, albergaba contra los jesuitas.
También asistió a la muerte de la reina viuda Juana, que había enloquecido cincuenta años antes, a la muerte de su marido. Murió curada y en paz.
También conoció a Santa Teresa de Ávila, la gran reformadora de la Orden Carmelita, y fue el primero en reconocer su grandeza. De vuelta en Roma, san Carlos Borromeo y el cardenal Ghislieri, más tarde el papa Pío V, asistían regularmente a sus sermones.
A la muerte del Padre Laynez, segundo general de los jesuitas, Francisco fue elegido Padre General de la Orden de los Jesuitas. Respaldado por San Pío V, quien lo admiraba y confiaba en él, pudo hacer grandes cosas por la Orden en Roma y en el extranjero, construyendo dos iglesias y, en ocasiones, usando su influencia personal para obtener la aceptación de los jesuitas.
Agotado por las responsabilidades de su cargo y un último viaje por Europa en el que fue aclamado públicamente como un santo, regresó a Roma en un poco más pequeño. A través de su hermano, Thomas, envió una bendición a sus hijos y nietos, y cuando le dijeron sus nombres, oró por cada uno.
Murió la noche del 30 de septiembre.
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