
Santa Magdalena de Canossa

Fiesta 8 de mayo
Magdalena nació el 1 de marzo de 1774 en una antigua y prominente familia de Verona, Italia. Era descendiente de la condesa Matilde de Toscana, fuera de cuyo castillo de Canossa, el emperador Enrique IV de Alemania hizo penitencia en 1076, en sumisión al papa San Gregorio VII, quien lo había excomulgado.
Su padre, el marqués Octavio de Canossa, murió en 1779 y su madre se volvió a casar dejando a sus hijos a cargo de parientes. Al sufrir profundamente este abandono de su madre terrenal, Magdalena recurrió a la Virgen Madre, “lloré… ante María, invocándola con lágrimas y llamándola con el nombre de '¡mamá!' … poco a poco me coloqué en el corazón de María”.
En 1791 ingresó en un convento carmelita pero regresó a casa después de ocho meses. La Orden del Monte Carmelo no era su vocación.
A medida que Magdalena maduró, asumió el título de marquesa y se convirtió en la jefa de la numerosa casa de su palacio de Canossa, una de las principales damas de su tiempo.
Cuando estallaron las Guerras Napoleónicas, la familia Canossa se refugió temporalmente en Venecia donde Magdalena tuvo un sueño en el que Nuestra Señora le mostraba niñas necesitadas, niños pobres y enfermos.
A su regreso, Magdalena inició una labor de asistencia a los enfermos y heridos, en especial a las niñas y los abandonados. En varias ocasiones, la joven marquesa recibió al conquistador Napoleón Bonaparte quien, impresionado con su obra, le concedió un convento vacío para su empresa.
A medida que otras mujeres se unieron al trabajo de Magdalena, se las conoció como las “Canossianas”. Fue invitada a abrir una casa en Venecia desde la que se pasó a hacer fundaciones en Milán, Trento y Bérgamo, y otros lugares del norte de Italia. Pero fue en Venecia donde la fundadora redactó la regla para la nueva congregación, a la que llamó Hijas de la Caridad.
En 1828, la orden fue aprobada por el Papa León XII.
Magdalena se hizo pobre con los pobres, preocupándose principalmente por los desatendidos de la sociedad, pero también abrió escuelas y colegios, haciendo provisión especial para los sordomudos.
Desarrollando grandes poderes de oración y recogimiento a pesar de su ajetreada vida, la santa fundadora alcanzó altos niveles de contemplación. En varias ocasiones se la encontró extasiada y, al menos una vez, se la vio levantada del suelo.
En 1834 enfermó y murió el 10 de abril de 1835.
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